Cuando lo que no quieres oir, sucede

A Diego Conesa «The Organic Boy»
Por tu generosidad con las cosas que más valen, que nunca fueron materiales

Todavía puedo recordar aquella mañana. Había regresado el día anterior de mi último viaje a Málaga después de un festival frugívoro y un zumbido sordo me despertó. Pensé que había dejado algo eléctrico encendido. Pero el ruido estaba dentro de mí. Según fueron pasando los días se fue agravando, el zumbido se convirtió en eco y después en sordera. Oía todo a kilómetros, incluida mi propia voz, hasta tal punto que si en un grupo de personas delante de mí alguien me hablaba, no lograba distinguir de dónde procedía la voz, y miraba atónita intentando adivinar quién me había hablado.

Como la experiencia, el higienismo y la propia naturaleza me ha enseñado; Ayuné. 5 días. Confiando en que mi médico interior resolvería. Pero no sólo no fue así, sino que después del ayuno se intensificó añadiendo a los síntomas algunos vértigos y mareos. Algo no iba bien. Y yo iba a volverme loca.

Después de 6 semanas de sordera y cierta desesperación, recordé las palabras de una buena amiga sobre el Dr. Hamer y la resolución del conflicto biológico. ¿Hay algo que no quieras escuchar? Me pregunté a mi misma. Y trabajé sobre ello concienzudamente unas semanas más, pero la cosa empeoraba.

En esas fechas yo ya había entrado en contacto con Diego, un agricultor ecológico con experiencia en vegetarianismo, crudivorismo y frugivorismo. Me había escrito algunos e-mails contándome sus éxitos y fracasos. También me contaba historias de otras personas con la alimentación cruda que él había vivido muy de cerca. Algunas aterradoras. Coincidió que en plena sordera mía se celebraba la feria de Biocultura de Madrid y tuve la oportunidad de conocer a Diego en persona y hablar con él. ¿Tienes un momento? Me preguntó. Salí del stand en el que estaba diciendo «Vengo en un ratito» y 5 horas después… regresé.

Diego tenía información, experiencia y los argumentos más contundentes que había oído jamás. Aunque su mensaje y sus formas no fuesen de mi agrado, ahí estaba lo que no quería oir: «Cuidado con las frutas». Aunque ahora comprendo que las pobres Frutas -NUESTRO ALIMENTO IDEAL- no tenían culpa de nada y lo que en realidad había que entender de esa frase era: «Cuidado con tu toxemia».

[…]

Hace casi 4 años que cambié mi alimentación -vegetariana de nacimiento- a una dieta natural crudívora, vegetal y bien combinada. Por muchos motivos, demasiados. Los resultados y sensaciones que tuve a continuación fueron espectaculares. Energía ilimitada, síntomas de enfermedades que en pocos meses desaparecen y una felicidad y agradecimiento inmenso a la vida por haberme permitido una segunda oportunidad para vivirla con plenitud.

Después de eso vinieron las frutas.

Dios, las frutas. El «pan celeste».

Nuestro alimento ideal está vivo, se consume crudo. Pero no todo lo que está crudo es nuestro alimento ideal.

¿Cómo no había caído antes? Era tan lógico. Nuestro alimento ideal. Ni crudiveganismo, ni semillas, ni frutos secos, ni algas, ni raíces, ni tubérculos, ni hojas verdes, ni granos, ni legumbres… El ser humano como mono frugívoro. Frutas como fuente de proteína y hierbas para purgarnos, nada más. Todo lo que necesitamos. El paraíso en la tierra. La más alta vibración energética. AMOR del puro. Reducir las complejidades a la relación hombre-árbol. Y cumplir con nuestra auténtica misión en esta vida: subirnos a los árboles, comer frutas para poder devolverle a la tierra sus semillas y que se mantenga el perfecto equilibrio. Alimento para todos. Y mil motivos más.

Sería injusto describir con palabras inventadas por «humanos» lo que se siente cuando llevas una alimentación frugívora combinada con Ayunos. Es como si hubiesen conectado todos los cables para que nuestra máquina perfecta (cuerpo-mente-espíritu) funcionase, como si te hubiesen entregado por fin, todas las piezas del puzzle. Un pasaporte a la felicidad, un viaje de ida al reino de los cielos sin billete de vuelta. Y Libertad.

Fue como haber encontrado mi sitio, mi lugar, mi vocación, mi origen. Todo.

Hasta aquella mañana. En la que mi cuerpo colapsó y me dijo a gritos: Antes de regresar al paraíso, has de pasar por caja.

Después de algunas charlas y correos con Diego, después de leer y releer y requeteleer a Arnold Ehret, Shelton, Mosseri… de entender el verdadero sentido de sus indicaciones, leer entre líneas de sus escritos y a 15 días de irme a Brasil, aparqué las frutas 🙁 No sin antes prometerme a mí misma hacer las cosas bien para volver a encontrarlas. Y después de unas semanas de alimentación Amucosa, alta en ensaladas, vegetales al vapor y un poco de patata al vapor para frenar la eliminación exagerada que llevaba, recuperé el oído 🙂 Y me juré desaprender lo re-aprendido para poder seguir avanzando y ayudando a todos los que habéis confiado en mí.

Desde entonces apenas he incluído las frutas en mi alimentación, no ha sido NADA fácil, he tenido que pasar por encima de mis propios dogmas y manías, he tenido que volver atrás para seguir avanzando. Mi cuerpo sólo me pedía frutas, sólo digería frutas, y sin embargo al tomarlas notaba como algo iba mal. Muy mal. Y lo peor es que podía constatar que esto no me había pasado a mí sola, y aun así he tenido bastante suerte. Es más, si soy honesta conmigo misma, incluso en los mejores momentos de frugivorismo estricto, algo no cuadraba, las cantidades ingentes para sentirme saciada, la adicción al aguacate y lo más evidente: el hambre, debilidad y ansiedad durante los ayunos, no era natural ni sostenible. Sigo creyendo más que nunca, que el ser humano es un mono frugívoro. Que nuestro alimento ideal está ahí, en cada árbol, esperándonos. Pero también me he dado cuenta que somos demasiado ignorantes e ingenuos si creemos que podemos volver a ellas de la noche a la mañana, después de miles de años intoxicados por la dieta civilizada. Después de décadas de drogas/medicamentos, comida mucoproductora que difícilmente se digiere (grasa, proteína, almidón), malas combinaciones, exceso de cantidades, radiaciones, contaminación y un largo etcétera.

Actualmente sigo una alimentación basada en el Sistema Curativo por Dieta Amucosa de Arnold Ehret, adaptada a los tiempos que corren y mi toxemia. Lo más importante es que como cada vez menos y lo hago SIN drogas/medicación de ningún tipo, SIN suplementos ni Remedios Naturales, SIN excitantes ni estimulantes. Hago 2 comidas al día, a veces si voy muy bien, sólo una 🙂 y por supuesto y como no podía ser de otra manera practico Ayunos cortos frecuentes (que hago sin esfuerzo) actividad física adecuada, baños de sol y contacto con la naturaleza. Consumo frutas con moderación y ordenadas de forma específica, preferentemente cocinadas, dulces y también frutas secas. Tengo días muy buenos y días no tan buenos. Soy consciente que la Dieta Amucosa NO ES la dieta perfecta, es sólo el sistema que te permite limpiar para volver a ella. Soy consciente de que ninguna dieta depurativa o natural que funcione bien desde el primer día, sirve para nada. Pues el proceso de desintoxicación es precisamente eso, poner en circulación nuestras toxinas para poder eliminarlas y no es un proceso amable. Pero no hay otro camino.

Sin embargo, pienso disfrutar de este camino de vuelta al paraíso cada día y compartirlo con todos aquellos que de alguna forma han sentido que han fracasado con cualquier dieta, con el crudivorismo, con el frugivorismo o con su salud. Que sienten que quieren llevar una determinada alimentación pero notan como todo su cuerpo se les revuelve y no entienden nada. Todo tiene un porqué, un para qué. Y la VERDAD -a pesar de sus matices- está resuelta en cada pregunta que le hacemos a la Naturaleza.

¿Entonces ya no eres frugívora? Me preguntan desde hace unos meses. He aquí mi respuesta:

Cesa de definirte,
concédete todas las posibilidades de ser,
cambia de caminos
cuantas veces te sea necesario.
Séneca

A parte de eso, no es que yo sea frugívora. Es que TODOS lo somos.

Y si hacemos bien las cosas, volveremos a subirnos a los árboles 🙂



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