El Mito de las Calorías

Dice la nutrición oficial que para tener Energía en el organismo es necesario ingerir alimentos Calóricos, preferentemente provenientes de los Carbohidratos. También se dice que estos alimentos y otros (como Grasas o incluso Proteínas) se queman para ser transformados en azúcares simples para utilizarlos como Energía (Glucólisis, Gluconeogénesis). Dentro de estos alimentos calóricos, además hacen distinción entre varios tipos en función de su eficiencia o rendimiento: azúcares simples, azúcares complejos, almidones, hidratos de carbono (de absorción rápida, lenta, de índice glucémico alto, medio, bajo, o la nueva moda de la carga glucémica).

Sin embargo, en la práctica y cuando uno realiza distintos experimentos en lugar de guiarse por teorías leídas, a cerca del organismo y su energía, suceden resultados que invalidan todas y cada una de estas propuestas nutricionales, veamos cómo.

La Combustión, ese extraño fenómeno

En primer lugar los carbohidratos, las grasas y las proteínas, no se queman. No hay combustión sino reacciones químicas. Es imposible que en una máquina que muere por encima de los 40-42º se combustione nada. Como mucho hay oxidación, putrefacción, fermentación, enranciamiento… reacciones químicas que todavía la ciencia ni si quiera ha llegado a comprender.

Azúcares si, pero azúcares simples

En una cosa aciertan y es en admitir que lo único que reconoce la célula en última instancia son azúcares simples. También llamados azúcar de uva o azúcar de frutas. Cuando algunos radicales de vegetarianismo aseveramos que somos frugívoros y que nuestro alimento ideal son las FRUTAS y HIERBAS (Génesis 1:29) parece una declaración exagerada, ya que nuestra alimentación actual dista mucho de la frugívora. Sin embargo que nuestro organismo y aparato digestivo estén soportando otros alimentos (no biológicos) no significa que se haya adaptado, que los reconozca, que los pueda transformar en azúcares simples, ni que asimile un átomo de ellos. También estamos soportando el consumo de drogas, medicamentos y otros venenos y tampoco significa que nos hayamos adaptado a ellos, siguen siendo tóxicos.

A día de hoy todavía nadie ha demostrado científicamente que nuestro organismo y nuestro aparato digestivo sea capaz de reconocer algo que no sean precisamente, azúcares simples. Sólo justifican mediante distintos mitos nutricionales que etiquetan de «científicos» que todo aquello que comemos que no son azúcares simples (como grasas, almidones y proteínas) se asimilan porque dentro del cuerpo sufren una transformación que los convierte o degrada en azúcares simples. La prueba es tan sencilla como ingerir alguno de esos principios (grasas, almidones o proteínas) en monodieta con el intestino limpio después de un laxante, y analizar las heces después, para comprobar como la cantidad de grasa, de proteína o de almidón de lo que hemos ingerido, es la misma cantidad que la que ha salido.

Por tanto, transformación cero y asimilación cero. Lo único que el organismo reconoce es aquello que puede asimilar. Sin necesidad de transformarlo. Es lógico porque nuestro aparato digestivo es: una máquina diseñada exclusivamente para el consumo de frutas.

Lo que más energía te proporciona es lo que menos te la roba

Y lo que menos te ensucia el organismo. Ya hemos visto que nuestra dieta se basa en comer alimentos no fisiológicos, irreconocibles por nuestro aparato digestivo. Dentro de los alimentos no fisiológicos, aquellos que se sitúan en el top 10 de nuestras fuentes de energía más calóricas: cereales, tubérculos, vegetales amiláceos crudos y derivados (productos hechos con harinas, etc). Es decir: trigo, cebada, centeno, arroz, maiz, avena, mijo, quinoa, teff, trigo sarraceno, patatas, batatas, calabacín, brócoli, zanahoria, calabaza… y todos sus derivados como panes, pastas, galletas, tostas… A todos ellos vamos a llamarles Almidón ya que es el principio que más contienen. Y vamos a dejar fuera las frutas y los vegetales que no contienen almidón, y a los vegetales que contienen muy poquito almidón (calabacín, brócoli, zanahoria, calabaza) vamos a sacarlos fuera del grupo de los almidones siempre y cuando transformemos, esta vez sí – mediante procesos de cocción suave fuera del organismo- todos sus almidones en azúcares simples que además, sí son reconocibles y asimilables por nuestro aparato digestivo.

Cuando el organismo recibe este tipo de «comestibles» (e independientemente de su carga glucémica, asimilación rápida o lenta, etc) no los reconoce como alimento, ya que hemos dicho que el aparato digestivo exclusivamente reconoce azúcares simples. Entonces los trata como un tóxico y se dispone a eliminarlos. Entonces gasta Energía Vital (Vitalidad) en procesarlos para eliminarlos, que es energía que perdemos.

– en la gestión de los residuos que producen (gases y tóxicos venenosos derivados de sus fermentaciones)

– en defendernos de ellos (creamos mucosidad, también llamada leucocitosis digestiva).

Lo cual se traduce en que ingerir esos alimentos no es un aporte de Energía sino todo lo contrario, gestionar estos supuestos alimentos energéticos nos roba energía, y como además no son nuestro alimento ideal, al defendernos de ellos ensuciamos el cuerpo, intoxicándolo. Sobretodo cuando los consumimos mezclados con otros principios (proteínas y grasas) como habitualmente sucede, porque «hay que comer de todo».

Si el consumo de estos «comestibles» nos hace sentir bien, es simple y llanamente porque al poner toda nuestra energía en ese proceso «digestivo» por llamarlo de alguna manera, dejamos de poner energía en los procesos de eliminación y cesa el malestar que conllevan, malestar al que habitualmente llamamos «hambre». Si a más alimento «energético» tuviésemos más energía, las personas obesas estarían muy enérgicas y sin embargo es todo lo contrario. También se nos explica que «si comes más calorías de las que quemas engordas, si comes menos, adelgazas, porque el cuerpo acumula el exceso». Esto tampoco sucede así, sino nadie estaría gordo gracias a las dietas hipocalóricas (que fracasan en la mayoría de las ocasiones). De igual modo también hay muchas personas que comen bastante más calorías de las que supuestamente gastan y sin embargo están delgadas.

¿Viviendo de las Reservas?

Con esto llegamos a la teoría inventada de la vía secundaria de obtención de Energía: las grasas e incluso las proteínas. Es decir, cuando se agota el glucógeno acumulado en músculos e hígado, supuestamente procedente de los carbohidratos nos dicen que entonces el cuerpo tira de sus reservas creadas por la ingesta de grasas y proteínas. Si esto fuera así, entonces las personas obesas, con grandes reservas de grasa, podrían ayunar por muy largo tiempo y vivir de sus reservas, y sin embargo, es justo al contrario, los grandes ayunadores precisamente son personas delgadas (faquires, hindúes, yoguis). Ni el exceso de carbohidratos se transforma en grasa, ni las reservas de grasas se «queman» después transformándose en azúcares simples para obtener una vía de obtención de energía secundaria (gluconeogénesis). Otra cosa es que de nuestros propios residuos y elementos químicos en el organismo, seamos capaces de sintetizar, todo aquello que necesitamos. Como hacen el resto de especies del planeta.

La energía ni si quiera se obtiene de los Azúcares Simples

Y todo esta mitología no funciona porque se parte de la base errónea de que: la energía sale de los azúcares simples! Hemos dicho que los azúcares simples es lo único que podemos asimilar a nivel celular, bien, pero no tienen una función Energética, sino que tienen la función que siempre se le ha atribuído a la proteína. Que es construir tejidos, reparar. Pero para poder asimilarlos hemos de tener un intestino limpio, un cuerpo bastante desintoxicados. Sino estaremos manteniendo nuestros tejidos por «anabolismo» mientras todos nuestros procesos de eliminación están frenados. No es de extrañar que una gran masa de humanos se estén «manteniendo con vida» gracias a la ingesta abusiva de azúcar, incluso refinada. Ya que del resto de «elementos» que colocan en sus intestinos no están asimilando nada.

Entonces ¿de dónde sacamos la energía?

¿Cuánto tiempo puedes estar sin comer? Si nunca has hecho la prueba, te respondo: el ser humano medio «sano» puede aguantar hasta 30 ó 40 días sin comer. Ahora piensa ¿cuánto tiempo puedes estar sin respirar? Muy poco, tenemos una capacidad asombrosa de obtener toda la energía que necesitamos del aire puro (oxígeno, nitrógeno atmosférico y más elementos indispensables para la vida). Alimento proveniente del infinito. Es por esto que durante los ayunos correctamente realizados no se experimenta ningún descenso de energía, sino todo lo contrario, sobretodo en personas que no tienen grandes reservas de tejido adiposo.

¿Cómo es posible esto? ¿Tener más energía sin comer que comiendo?

La fórmula REAL del Metabolismo Humano

Esto es posible teniendo en cuenta que la energía real se aprovecha mejor en un cuerpo limpio. Pero estamos muy intoxicados para poder experimentar eso todavía. La formula de la Vitalidad o de la Energía Vital, sería la siguiente:

V = P – O

Donde V es Vitalidad, o Energía Vital. P es Poder (una incógnita que ahora desvelaremos) y O es la Obstrucción (nuestro taponamiento, constipación, o toxemia)

V aumenta (tenemos más energía vital) cuando O disminuye (a medida que removemos y eliminamos la obstrucción de nuestro organismo)

¿De dónde estaríamos sacando actualmente la Vitalidad con nuestros cuerpos Obstruidos?

A expensas de P, es decir, estamos forzando a un cuerpo sucio y obstruído a sacar energía del Poder de la presión del Aire, y para ello necesitamos estimulantes del sistema nervioso, excitantes, que muchas veces conseguimos a través de la comida, por ejemplo, abusando de la proteína.

El Metabolismo rápido / lento

También nos hablan de que en función de cada persona, hay un tipo de Metabolismo (rápido, lento) y que esto justifica el tener que tomar alimentos calóricos cada poco tiempo, etc. Sin embargo, al remover cuidadosamente la obstrucción de estos organismos, sorprendentemente cambia su metabolismo! Por tanto no se trata de tener un metabolismo o una genética, sino de que en un organismo altamente intoxicado que aprovecha cada momento en que no hay digestión para eliminar su toxemia, hay malestar, a dicho malestar le llamamos hambre porque el subconsciente sabe que se calma con… comida. Por tanto nos inventamos que hay personas que tienen que comer «calorías» cada poco tiempo y así mantenemos sus procesos de eliminación parados. Pero la obstrucción y la intoxicación siguen su curso. Y siguen sin ser removidas. Por muy sano que se coma (en 5 – 7 tomas al día que mantienen paralizados los procesos de desintoxicación).

Retornar a la Dieta Original

¿Significa esto que la solución sea ponernos a comer sólo Frutas y Hierbas y eliminemos de la dieta los almidones, las grasas y la proteína? No. Eso es una mala idea, porque estaríamos forzando una máquina sucia, obstruída, a trabajar con el mejor combustible. Estaríamos poniendo alimento ideal, depurativo, disolvente y vitalizante, en un cuerpo que debido a su toxemia ya está muy lejos de ser el cuerpo ideal. Primero hemos de remover la obstrucción y esto requiere de un sistema lento y largo que permita hacerlo suavemente, sin poner en peligro los órganos y llevando nosotros las riendas de la velocidad de la eliminación de dicha obstrucción. Y dentro de ese sistema -aunque NUNCA como aporte de nutrientes- sino como elementos frenadores de los procesos de la eliminación sí tendría sentido el uso estratégico, bien combinado y ordenado, de pequeñas cantidades de grasa, almidón o proteína. Veremos cómo en el siguiente módulo.

El peligro del Almidón

De todas las sustancias presentes en esos «comestibles» altamente energéticos y caloríficos como los carbohidratos, cereales, tubérculos… el más peligroso de todos es el almidón. Que si bien tampoco se asimila, y roba mucha energía vital para ser gestionado y eliminado, genera mucosidad y además de la mucosidad generada por el propio organismo (leucocitosis) nos aporta una mucosidad extra como buen amiláceo, dejando dentro de nuestros intestinos su propia pegajosidad. Hay algunas «dietas» que ya se han dado cuenta de esto (paleo, atkins, dukan) y han retirado de forma drástica y radical, sin tener en cuenta el resto de factores, y fuera de ningún sistema de depuración física, los cereales, harinas, tubérculos y derivados (e incluso las legumbres). Por supuesto son dietas que tampoco funcionan a largo plazo. Aunque a corto plazo den mejores resultados que la dieta omnívora o incluso que la vegetariana y temporalmente alivien síntomas, o parezca que resuelven ciertas enfermedades. Son «pan para hoy, hambre para mañana». En tanto que cometen otro error garrafal que es utilizar como elemento frenador de su eliminación a la proteína en cantidades abusivas (acidificante y mucoproductora, aunque en menor medida) y a las grasas (acidificantes), en paralelo además, generan una desnutrición importante por falta de lo único que se asimila: azúcares simples. De hecho es muy común mientras se están practicando estas dietas sentir hambre de azúcares, ganas de comer cereal, y estar en constante cetosis hasta llegar a la cetoacidosis en los casos en que se persiste.

¿Y las dietas alternativas más sanas?

Incluso las corrientes alternativas de alimentación natural (vegetarianas, veganas, alimentos vivos… ) que se prometen más saludables siguen basadas en estas teorías obsoletas de nutrición. Insistiendo en que el consumo de alimentos no fisiológicos como los cereales, las legumbres, los frutos secos, las semillas… son necesarios y se asimilan.

Y decimos obsoletas porque Arnold Ehret en Sistema Curativo por Dieta Amucosa y en Ayuno Racional, ya avisó hace más de 100 años de que la fórmula de la VIDA era otra bien distinta: V = P – O



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