Los Peligros de las Dietas «Raw»

Las dietas Alcalinas están de moda, los Green Smoothies de las famosas, las Detox de las revistas, el Wheatgrass… Pasaron ya las fiebres Dunkanianas, Atkinsonianas, las dietas Disociadas que nunca funcionaron más allá de las primeras cetónicas semanas, hasta las malas lenguas blanco amarillentas dicen que la Paleo está de capa caída porque se han dado cuenta que «comer como antes» tiene muchos «antes» que discutir. El Omnivorismo lleva décadas haciendo aguas porque eso de que «hay que comer de todo» también tiene muchos «todos» que contemplar, muchos diagnósticos de enfermedades misteriosas acumulados, incluso en el «Natur-Jaus». El Vegetarianismo más estricto se ha convertido en una fábrica de gordi-Veganos y la Macrobiótica y el Ayurveda en un Restaurante con barra libre de almidón para las cándidas.

Ahora que nuestra Salud hace estragos, que salen enfermedades nuevas hasta de debajo de las piedras, que nuestros hijos están tomando más medicamentos que las últimas dos generaciones juntas, ahora que nuestros cuerpos intoxicados por el «error dietético» cometido durante décadas ha dicho: «Basta!» queremos arreglarlo. Y es nuestro derecho. Pero yo diría que más bien es nuestro deber, para con el resto de especies del planeta que martirizamos en todos y cada uno de nuestros actos, y para con el entorno en el que vivimos todos -que nos da la vida- y que hemos destrozado.

Y como todo, queremos arreglarlo por la vía rápida, por la terapia radical y fulminante. A través de pastillas súperpotentes pero súpernaturales por favor, de suplementos milagrosos orto-fantasticulares. Cueste lo que cueste. Y por supuesto si puede ser sin renunciar a nuestros grandes vicios de «de vez en cuando» que por un poquito no pasa nada. Que por un poquito de infarto no pasa nada. Que por un poquito de cáncer no pasa nada. Y que viva la Green Revolution! Pero que sea parcial -of course- que hay que mantener el estatus social, vivir que son 2 días…

Y que nos quiten lo bailao.

Se nos olvida el estudio por observación, por experimentación. Conocer la máquina que queremos limpiar y reparar. Conocer sus niveles de suciedad, saber qué ocurre cuando la intentamos limpiar, qué ocurre cuando la alimentamos con otra materia. Se nos olvida la humildad de reconocer que no tenemos ni puñetera idea de cual es nuestra biología, ni de cual es nuestro alimento fisiológico, pero tenemos menos idea todavía de como arreglar este desaguisado que tenemos encima y que es más grave de lo que jamás nos podamos imaginar. Que las grandes «verdades nutricionales» (hasta las alternativas súper saludables) no se sostienen por ningún lado porque NO FUN CIO NAN. Tenemos infinitos slóganes en el mercado sentenciando qué es lo mejor para recuperar nuestra salud, vendiéndonos y recomendándonos métodos, productos, que si acaso han sido probados y com-probados, carecen de un necesario long run.

Tenemos al otro lado de la balanza las «medias tintas», hablando mal de dogmatismos y radicalismos. Hablando mal de la verdad, sin analizar si lo es o no. Y todos ellos, enfermos. De escorias y comida en el intestino sin digerir hasta las cejas. Solucionando sus conflictos de toxemia física mediante terapias psicosomáticas. O peor aún, atribuyéndole a los métodos «espirituales» los resultados de haber dejado de intoxicar su cuerpo, aunque sea lo más mínimo.

Y ya está. Sigues con tu vida, cambiando lo mínimo posible. Pero lo compensas con unos días sin comer de vez en cuando, con el sirope de arce y otras barbaridades detox sin control, sin medida y sin tener ni idea de lo que uno está haciendo, sin tener ni idea de lo que a largo plazo puede suceder porque NO se puede servir a dos amos. Eso sí, si te preguntan qué eres, responde con sinceridad: «Homenajetariano profesional».

El organismo es una máquina perfecta. O al menos lo era. Es una máquina perfecta maltratada desde hace miles de años. Funciona de forma sencilla, necesita aire, agua, sol, tierra y frutas. Nada más. No lo digo yo, son las leyes de la naturaleza, porque todo lo demás que te digan que necesitas, simplemente, no está en ella, y si está, no es para nosotros, porque ella abastece a millones de especies, no sólo la humana. Pero la industria médico-farmacéutica y la industria agro-alimentaria estarían fastidiadas si eso se hace popular, porque el 99,99% de lo que nos venden, de lo que nos mantiene como consumidores, de lo que sostiene sus beneficios, no es aire, ni agua, ni sol, ni tierra, ni frutas. Y porque todo eso es gratis o de fácil producción. Y esta es la primera mala noticia: Nos están estafando.

Eso no significa que ahora mismo, podamos ponernos a vivir de aire, agua, sol, tierra y frutas. Porque la máquina perfecta y maravillosa, para poder funcionar sólo de aire, agua, sol, tierra y frutas, ha de estar limpia, necesita una revisión, un diagnóstico sencillo y una reparación que no va a ser tan rápida como lo que nos gustaría y que no admite medias tintas. La naturaleza es tan perfecta y tan justa, que para volver a ella, hay que pasar primero por el purgatorio. Y si hay alguna posibilidad de vivir una vida plena y feliz, una vida que merezca la pena ser vivida, una vida realmente natural, es esta y no otra.

Acelerar la Eliminación y la Fiebre del Brócoli crudo

Otros, nos aventuramos a cambiar la alimentación de forma radical y a adentrarnos en el mundo del frugivorismo, el crudivorismo y los ayunos sin re-conocer nuestro estado de toxemia. Sin asumir nuestro pasado (drogas, medicación, proteínas, grasas, almidones, malas combinaciones, radiaciones, contaminaciones y demás). Llamamos exagerado o radical a cualquiera que venga a advertirnos que es peligroso remover y poner en circulación sin criterio todo lo anti-natural que ha entrado en nuestro cuerpo desde la niñez (y antes).

¿Y cómo solucionamos nuestro evidente error dietético? Intentando ser más radicales y más «depurativos». Adoptando «dietas» en apariencia naturales pero igual de saciantes-frenadoras que las dietas tradicionales. Todo crudo (incluídos alimentos antifisiológicos como semillas, frutos secos, aceites, almidones crudos como el calabacín, el brócoli, la coliflor, el plátano madurado fuera del árbol…) o las cantidades ingentes y nada sostenibles de frutas en mezclas imposibles e incompatibilidades fermentativas varias, bajo el falso slogan de «Higienista».

Quizá al principio, los primeros meses, años… esto parezca funcionar, obviamente es un alivio para los cuerpos más intoxicados! Las primeras sensaciones que acompañan son (qué voy a decir! Yo que las he vivido en primera persona!) maravillosas, pero a la larga, el cuerpo se desgasta, se cansa, se acidifica, se satura, se colapsa y por desgracia, a veces se deteriora hasta tal punto -ahogado en su propia toxemia- que ya no hay nada que hacer. Es cuestión de tiempo. Internet, las redes sociales… están llenos de ex-crudívoros y ex-frugívoros contando malas experiencias. Dando explicaciones de porqué volvieron a comer cocinado, pero ningún argumento que se sostenga. Reculando, intentando rectificar a destiempo. Entonces echamos la culpa a las frutas, a los «dogmatismos», nos inventamos que el aparato digestivo se ha modificado y más pamplinas, decimos que el 100% crudo no es para todo el mundo y nos sentimos más perdidos que un elefante en una cacharrería dando tumbos y bandazos. Y nos ponemos a comer almidón y proteína como posesos, 5 y hasta 7 veces al día para intentar frenar toda la escoria que hemos puesto en circulación en nuestros años dorados de raw-foodists! Haciendo unas combinaciones revientaestómagos que siguen ensuciando nuestro organismo aunque estén basadas en «alimentos naturales», pero que sí -claro- nos vuelven a mantener igual de frenados como las lentejas con chorizo.

Cuando hay mucha toxemia (y de veras que la hay) podemos barrer y eliminar. O podemos remover la escoria y autointoxicarnos con ella, y hay una línea muy fina entre una cosa y la otra.

Podemos barrer con algo a medida, adaptado a nuestro nivel de toxemia, que vaya poco a poco eliminando, que no ensucie más el organismo, que sea ordenado y bien combinado, que tenga en cuenta de dónde partimos, cómo están nuestros órganos, cómo es nuestra vitalidad… o podemos remover haciendo cosas muy radicales y estrictas, incluso cosas dispares, de choque, lo que yo llamo «acelerar con el freno de mano puesto». Pero esto, tampoco funciona.

Y aquí vienen los grandes fracasos. No hablo de malas experiencias, de haber tenido un mal día de dolor de cabeza, ni de sentirnos un poco bajos de energía. Hablo de todos esos casos que han sido ignorados y no tenidos en cuenta, a los que habría que haber estudiado y prestado la mayor atención del mundo. Hablo de pérdida de dientes, de fracturas de huesos, de caída del pelo, de órganos devastados por la eliminación incontrolada, de crisis a los pocos años de iniciar una vida «tan saludable» que se han llevado por delante a muchas personas. Pero es más fácil autoconvencerse de que lo hicieron mal, que les faltó proteína, B12, o alguna terapia psicosomática milagrosa, antes que asumir que para volver al paraíso de las frutas y lo natural, hay que pasar por caja. Y pagar. Y para eso necesitamos aparcar nuestro instinto enfermizo y hacer uso, por primera vez en la vida, de nuestro raciocinio y nuestro sentido común.

A mí me sienta bien

Sobre el instinto patológico, tengo poco que decir. No se puede uno fiar de lo que le sienta bien o mal a un organismo intoxicado, al igual que no se puede discutir con un ciego sobre colores.

Desconocemos hasta tal punto los procesos de eliminación del organismo, que cuando comemos alimentos que nos frenan la eliminación (que probablemente nos ensucian y no se digieren) pero nos hacen sentir bien, entonces damos por hecho que los necesitábamos y que nos están nutriendo.

Estamos muy lejos de poder conectar con nuestro instinto natural, y el día que lo hagamos (si llega) lo más probable es que todo aquello que no sea una fruta madura nos parezca repulsivo como alimento. Incluyendo el seductor olor de una pizza recién hecha.

Así que el próximo que me diga que el arroz le sienta bien, que el pan le sienta bien, que los frutos secos o el aguacate le sienta bien… le haré el mismo caso que hago a los que me dicen que necesitan la carne, los lácteos o que las malas combinaciones les sientan bien. También hay millones de individuos a los que el alcohol, el tabaco y los ansiolíticos… les sientan bien.

Dicho esto…

Si pocos autores higienistas han acertado en explicar la causa de toda enfermedad y como limpiar nuestros organismos, el único que se acercó a la solución fue Arnold Ehret. Con unos argumentos y experimentos tajantes y que no se pueden desmontar por ningún sitio, desarrolló un sistema (sistema curativo por dieta amucosa) mucho más seguro y potente -a medio y largo plazo- que cualquier barbaridad detox radical o medias tintas flexibles (acelerón – frenazo) de las que hacemos hoy en día.

Claro que a Ehret hay que cogerlo con pinzas, primero por que las traducciones de sus libros dejan mucho que desear con algunos párrafos completamente inventados. Y segundo porque el sistema que él propone es para limpiar y regenerar máquinas humanas de hace 100 años. Y señores… la peor de las toxemias de un individuo de hace 100 años, se ríe de las escorias que somos capaces de almacenar hoy en día esos que nos gusta llamarnos «sanos». La especie elegida…

Hace 100 años no teníamos los niveles de drogadicción de hoy en día (drogas, medicamentos, alimentos industriales, refinados, almidones, proteínas, excitantes, estimulantes, malas combinaciones, vacunas, contaminación, radiación y un largo etcétera). Así que Ehret nos dio la clave, pero hay que re-evolucionarla 100 años en el tiempo y si él es prudente con las dietas crudas y frutales, recomendándolas única y exclusivamente a organismos ya bastante limpios a través de dieta amucosa y ayuno, nosotros deberíamos ser 100 veces más prudentes. Por lo menos.

Pero eso tampoco implica darnos al libre albedrío y volver a comer como nos de la gana al más puro estilo «Mezclívoros – Almidonívoros».

No Healthy without RATIONAL Fasting

Y lo pongo en mayúsculas, porque es lo que todo el mundo olvida.

La dieta no funciona, si sigue ensuciando. No es depurativa ni curativa si no está adaptada al individuo, si no le permite eliminar a un ritmo compatible con la vida, con mantener las crisis de eliminación a raya.

Y la dieta, no funciona sin ayunos, también individualizados y personalizados (según las distintas fases).

Somos toxinotecas andantes, y el que diga que está limpio que le pregunte a la naturaleza ayunando 2 ó 3 días y que esté atento a la respuesta. Para sacar las escorias acumuladas durante años (desde la niñez), venenos de drogas y medicación, restos de comida sin digerir (sobretodo proteína) hay que poner el organismo en «modo seguro» en modo de no reabsorción de venenos, en modo de dedicación plena a la eliminación. Y esto sólo se consigue por Ayuno Racional.

En cualquier caso, no os creáis nada de nadie. Ni tan siquiera de mí 🙂

Experimentad! Asumid vuestra responsabilidad y sed los auténticos protagonistas de vuestro propio camino a la salud, utilizad el sentido común y por favor, olvidaos de los milagros.

El único milagro es que comiendo como comemos, sigamos vivos 😉



Sígueme en


Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información. ACEPTAR

Aviso de cookies